«Anales fernandinos» de Jiménez de Gregorio, Fernando

JIMÉNEZ DE GREGORIO, Fernando: Anales fernandinos. Madrid. Instituto de Estudios Históricos del Sur de Madrid, 2011.

En esta ocasión, don Fernando nos ofrece un libro con aspecto de diario pero que, sin dejar de serlo, no lo es enteramente si atendemos a la rigurosidad del significado de esta palabra. Y no lo es porque no están reseñados todos los días comprendidos entre primeros de febrero de 1989 y finales de 2009, que son las fechas acotadas en el título del libro. Se estructura en 21 capítulos contados por años; a su vez, cada capítulo consta de un número indeterminado de apuntes o notas, titulados también, en los que no faltan chispitas de humor llenas de ingenuidad: por ejemplo, cuando explica don Fernando en el Prologuete el porqué de su nombre: “Pero como entonces, cuando nací, no pude, por las circunstancias, dar a mis padres mi opinión sobre mi nombre, me quedé con el de Fernando”.

Muchas de las anotaciones hacen referencia a su quehacer intelectual diario y a otras múltiples circunstancias propias de su relación con la cultura popular, libresca y universitaria, por lo que señala numerosos lugares de la provincia a los que acude por motivos culturales; también por lugares de Guadalajara y Extremadura: Coria, Hoyos de la Sierra, donde encuentra motivos para resaltar, una vez más, la figura del obispo de Mohedas de la Jara, don Juan Álvarez de Castro, lugares todos ellos que le ofrece materia y argumentos para sus artículos en periódicos de Toledo y de Talavera.

De sus nombramientos y distinciones –“miembro honorario” del Instituto de Estudios Madrileños del Sur de Madrid, que, además, lleva su nombre, sobre la concesión del Premio de Periodismo “Fernando de Rojas”, que recibe en Talavera por su prolongada actividad periodística, de cómo nació el Premio de Historia “Fernando Jiménez de Gregorio”, creado por el Ayuntamiento de Talavera, y de su nombramiento como “Serrano de Honor” en Castillo de Bayuela-, también deja constancia y agradecimiento para cuantos lo han hecho posible y aporta detalles de personas y circunstancias.

Como hombre de su tiempo, se muestra atento al acontecer histórico y político de la vida nacional e internacional y anota acontecimientos relevantes de los que nos deja suculentos comentarios. He aquí un ejemplo: “La andadura del mundo sigue su curso: se ha firmado la paz en El Salvador, terminado la guerra civil en Georgia. Hay dificultades casi imposibles de culminar en la antigua Unión Soviética; preocupa su ejército. Reuniones de paz entre Israel y Medio Oriente. Caída económica de Estados Unidos y de España; aquí corrupción en todos los niveles”, anota en la página 53.

Con mucho entusiasmo hace referencia al nombramiento de Félix del Valle como director de esta Real Academia, y entusiasmado también habla del libro de su paisano Abraham Madroñal. Otro grupo de artículos son exponentes de la protesta de don Fernando contra lo que le desagrada: en muchos casos se trata de innovaciones albañileriles que, al tiempo de avasallar lo popular, son contrarias y pegadizas a lo propio del lugar. Así, en El Torrico observa la plaza y dice: “La antigua plaza de El Torrico está masificada con casas de varias plantas y fachadas de ladrillo rojo que ofende a la vista”, pág. 33. Protesta también contra la iglesia vasca al no reaccionar con energía y prontitud por crímenes terrorista, pág. 56. Pero sus protestas expresadas con más energía, van dirigidas contra los gobernantes belviseños de cualquier signo político. Titula el comentario como “Hechos de mis paisanos” que termina con esta reflexión: “O sea, que antes los franquistas, luego los comunistas, después los socialistas y ahora los peperos e independientes, me han perseguido de una manera u otra”, pág. 110.

A través esta vida tan prolongada, el libro presenta también una sucesión de amigos, parientes, alumnos y conocidos muertos para los que tiene oraciones y palabras piadosas y recuerdos gratos y elogiosos. Recordándoles, exclama: “Después de ver el fallecimiento de mis abuelos y de mis padres, ahora presencio el de mis condiscípulos, la desaparición de mis amigos. ¡Estoy rodeado de muertos!”, exclama en la  página 236.

Así pues, este libro se ofrece como un compendio de hechos y sucesos nacionales e internacionales ocurridos durante los veinte años que han marcado la transición de los siglos, que por su relevancia no han pasado desapercibidos para don Fernando por afectarle de distinta manera, y de ellos nos deja sabrosos comentarios. Y por afectarle muchos como hombre de su tiempo y como persona unamuniana, sus opiniones, su afecto y agradecimiento, su generosidad y comprensión para las debilidades humanas, y, también, sus reproches contra la envidia procedente de la incultura, y contra lo que considera abusivo y contrario al carácter popular y propio de las zonas rurales, están presentes en casi todas las páginas del libro. Y todo ello nos permite concluir que don Fernando es un hombre agradecido, bondadoso y liberal, y testigo de excepción que alcanzado ya su centenario sostiene en pie la historia y la memoria toda del siglo XX.

Juan José Fernández Delgado

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